miércoles, 28 de septiembre de 2011

La gran mentira


Este blog nació como una forma de hacer oír mi voz de mujer. Aquí he intentado desarrollar temas que nos interesan a nosotras, a veces con tono serio, y otras veces satirizando la realidad.

Si bien siempre me ha atraído el derecho y la política, he procurado excluirlos como temas en el blog. No quería que este espacio se convirtiera en un comentario permanente de lo que sale publicado en los diarios.

Pero esta vez voy a hacer una excepción. Voy a politizar este blog. No para hacer una reflexión en abstracto, sino para expresar un malestar personal. Y quizás, para llegar a algunas mujeres que, como yo, están cansadas de ser esnobeadas.

Yo, queridas amigas, estoy cansada. Cansada de la intolerancia y de la mentira. Cansada de ser discriminada por cómo me visto, cómo vivo o cómo pienso.

Estoy cansada de ser víctima de los comentarios filosos de personas que, en nombre de un falso progresismo, censuran en forma constante mis puntos de vista.

Obra de este gobierno o no, existe actualmente en la sociedad, como una “moda” de criticar y atacar con violencia a todo lo tradicional o conservador.

Como si todos aquellos que pretendemos defender alguna idea no progresista, fuéramos fascistas, golpistas, oligarcas o retrógrados.

Hemos caído en un relativismo moral sin límites.

Hace unos días miraba con un amigo un programa de televisión en el que una señorita, casi sin ropa, bailaba en forma ridícula arriba de una tarima mientras los invitados del programa comían en una mesa alrededor. Cuando le dije a mi amigo que el espectáculo me parecía denigrante, me contestó: “Si ella es mayor de edad y lo consiente, está bien”.

No, no está bien. Ok, como es mayor de edad, no hay nada que se pueda hacer “legalmente” para impedirlo y está bien que así sea. Pero la escena era patética igual ¿Cómo puede ser que nos hayan lavado el cerebro de tal manera, que una señorita que baila semidesnuda frente a otras personas que comen nos parece bien?

Un debate similar se generó durante una conversación sobre el matrimonio homosexual. Alguien se atrevió a decir “a mí no me gusta”, y seguidamente varios interlocutores le saltaron a la yugular tildándolo de “nazi”.

La persona en cuestión no dijo “voy a hacer todo lo posible para evitar que se apruebe la ley de matrimonio homosexual”. Simplemente dijo: “no me gusta”.

Digo yo, ¿acaso no es mucho más “nazi” la actitud de no dejar que haya alguien que piense diferente?

Siempre he sido una persona abierta a discutir ideas. Por eso mismo, considero que el debate está condenado cuando en lugar de centrarse en la discusión de fondo, se empieza a atacar personalmente a quien habla. “Ah, vos eso lo decís porque sos católica”. Como si las personas religiosas fuésemos incapaces de formar una opinión en base a premisas racionales.

Muchas personas que se llaman a sí mismas progresistas, son aún más cerradas y retrógradas que los sectores de la sociedad que critican. Desde un resentimiento sin precedentes, estereotipan, subestiman y hasta ridiculizan a la Iglesia, los intelectuales conservadores y los empresarios que no transan ¿Esto es progresista? No lo creo.

El verdadero progresismo, el que es digno de respeto, es aquel que se preocupa por la gente necesitada. Son aquellas personas que dedican su vida a ayudar de forma eficiente a los que menos tienen. Aquellos que aceptan, escuchan y no agreden a los que piensan diferente.

Toda mi vida tuve que aguantar, por parte de gente que no me conoce, ser estereotipada como una chica frívola y caprichosa. Las personas se guían por las apariencias o por el entorno en el que una vive, y no ven que una tiene buenos sentimientos, ni los esfuerzos que una hace a través del trabajo y del estudio.

Es más fácil prejuzgar a la gente. Es más sencillo descalificar al otro, censurarlo para que no diga lo que es considerado “políticamente incorrecto”.

No voy a callarme. Voy a decir en voz alta lo que pienso, aunque me minimicen por el envase. Siempre voy a defender la libertad, los derechos de la mujer y los valores morales laicos, le guste o no al movimiento absolutista del gobierno de turno y sus defensores.

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