martes, 12 de octubre de 2010

Una habitación propia


Siempre he sido una mujer poco convencional. Además, he tenido la suerte de conocer a un hombre que comparta mis ideas.

Desde el principio de nuestra relación, siguiendo a mi querida Virginia Woolf, él y yo decidimos que queríamos tener cuartos separados. Hoy, casados y con una casa en común, nuestra intención se ha materializado.

Dormir con el ser amado es una sensación muy linda. Una se siente protegida. De hecho, la mayoría de las noches mi marido y yo dormimos en la misma cama.

Aún así, creo que realmente es aconsejable que cada persona de la pareja tenga su propio espacio.

Mi cuarto es 100% yo. Tengo mis libros de derecho, mi literatura femenina y mis toneladas de zapatos.

El cuarto de mi marido es 100% él. Está Tolkien, Willbur Smith, Edgar Allan Poe y todos sus ídolos.

Él puede jugar a su odiosa play station sin que yo lo moleste, y yo puedo ver Sex and the City hasta altas horas de la madrugada.

Cuando no me siento muy sexy, duermo sola en mi cama. De esta forma evito tener que estar impecable todas las noches.

Cada persona es una individualidad y no me parece sano tener que dormir siempre juntos. Más aún, teniendo en cuenta lo íntimo que es el descanso.

La privacidad es un bien que hay que cuidar, ya que ayuda a mantener el misterio.

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