viernes, 21 de mayo de 2010

Una mente inquieta


Ayer me puse en pensar en cómo es la mente de los que escribimos. No sé si a los demás les pasará, pero la mía nunca descansa. En serio. Está siempre en movimiento pensando en teorías o hipótesis. Se me ocurren cosas todo el tiempo. Hasta tengo papel y lápiz en mi mesa de luz por si me viene una idea a la mitad de la noche.

Confieso que es agotador. A veces me gustaría poder “desenchufar” por unos minutos mi cabeza, o ponerla en agua fría. Porque una mente que no para ni un minuto, piensa cosas de todo tipo. Y, por momentos, puede ser perjudicial para la salud.

Leyendo los libros de mis autores favoritos, me di cuenta de que es probable que esto les suceda a todas las personas que les gusta escribir. En realidad, no sólo a los escritores, sino a los artistas en general.

Elizabeth Gilbert, la autora de “Comer, Rezar, Amar”, explica que los escritores siempre han tenido una reputación de poca estabilidad mental. Lo cierto es que la historia lo confirma. De hecho, grandes mentes creativas han encontrado su final bajo la oscura sombra del suicidio.

El proceso creativo es muy complejo. Gilbert tiene su particular visión sobre el tema (podés verlo aquí). Yo tengo una visión distinta. Seguramente existen tantas interpretaciones del proceso creativo como artistas sobre la Tierra. Pero lo que parece ser innegable es que la mente del que escribe está siempre enfrascada en pensamientos. Y esto es una bendición y una condena al mismo tiempo.

Hay quienes dicen que se puede dominar la mente. Yo todavía no lo he conseguido. Así es la vida de quienes estamos “atrapados” en el mundo de las ideas.







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